Cómo citar:

Villena-Moya, A., Alcázar Ruiz-Escribano, B., Martín-Arribas, C., Martín-Vivar, M. (2025). Impacto bio-psico-socio-sexual de la pornografía en la adolescencia: retos y oportunidades. Cuadernos del Audiovisual del Consejo Audiovisual de Andalucía, (13), 77-98. https://dx.doi.org/10.62269/cavcaa.XX

Impacto bio-psico-socio-sexual de la pornografía en la adolescencia: retos y oportunidades

Bio-psycho-socio-sexual impact of pornography use in adolescents:
challenges and opportunities

Alejandro Villena-Moya

Instituto de Transferencia e Investigación (ITEI)

Unidad de Investigación en Adicciones Comportamentales. Piénsatelo Psicología

villenapsicologia@gmail.com https://orcid.org/0000-0001-7240-4440

Bárbara Alcázar Ruiz-Escribano

Unidad de Investigación en Adicciones Comportamentales. Piénsatelo Psicología

bruizpsicologia@gmail.com https://orcid.org/0009-0008-2515-8687

Carmen Martín-Arribas

Unidad de Investigación en Adicciones Comportamentales. Piénsatelo Psicología

carmenmartinarribaspsicologa@gmail.com https://orcid.org/0009-0006-4101-6692

María Martín-Vivar

Universidad Francisco de Vitoria.

maria.martinvivar@ufv.es https://orcid.org/0000-0001-

Recibido: 31/10/2024 | Aceptado: 10/12/2024

Resumen: Este artículo explora el impacto bio-psico-socio-sexual de la pornografía en adolescentes, un fenómeno cada vez más prevalente debido al acceso temprano a Internet y la falta de educación afectivo-sexual en los hogares y escuelas. Utilizando una revisión exhaustiva de estudios recientes, se analizan las consecuencias biológicas, como alteraciones neurocognitivas que afectan el control de impulsos; psicológicas, incluyendo problemas de autoestima y regulación emocional; sociales, donde el consumo puede asociarse con mayor aislamiento y soledad; y sexuales, destacando un aumento en comportamientos sexuales de riesgo y percepciones distorsionadas de la sexualidad. A nivel metodológico, se recopilan datos de prevalencia y patrones de consumo en adolescentes españoles. Entre las limitaciones, se señala la falta de estudios longitudinales que permitan observar los efectos a largo plazo. El estudio contribuye a la literatura científica, al enfatizar la necesidad de políticas educativas preventivas, así como estrategias de intervención clínica y familiar que fomenten el pensamiento crítico y el diálogo abierto sobre el consumo de pornografía. Además, se proponen herramientas prácticas para mejorar la intervención y la educación afectivo-sexual desde una perspectiva integral.

Palabras clave: pornografía; adolescencia; internet; tecnología, sexualidad; educación.

Abstract: This article explores the bio-psycho-socio-sexual impact of pornography on adolescents, a phenomenon that has become increasingly prevalent due to early Internet access and the lack of affective-sexual education in homes and schools. Using a comprehensive review of recent studies, it examines biological consequences, such as neurocognitive alterations that affect impulse control; psychological effects, including self-esteem and emotional regulation issues; social aspects, where consumption may be associated with greater isolation and loneliness; and sexual impacts, highlighting an increase in risky sexual behaviors and distorted perceptions of sexuality. Methodologically, it gathers data on the prevalence and consumption patterns among Spanish adolescents. Among its limitations, the article notes the lack of longitudinal studies to observe long-term effects. This study contributes to the scientific literature by emphasizing the need for preventive educational policies, as well as clinical and family intervention strategies that encourage critical thinking and open dialogue on pornography consumption. Additionally, practical tools are proposed to improve intervention and affective-sexual education from a comprehensive perspective.

Keywords: pornography; adolescence; internet; technology, sexuality; education.

1. Introducción y contexto

El consumo de pornografía se ha convertido en una práctica habitual en jóvenes y adolescentes en los últimos años (Paulus et al., 2024; Ramiro Sánchez et al., 2023). El acceso temprano a dispositivos electrónicos, la falta de normas sobre el acceso a Internet en los hogares y la pandemia covid-19 han favorecido un acceso masivo al material sexual explícito en línea (Awan et al., 2021; Steinfeld, 2021; Torous et al., 2020). Este acceso se produce a edades cada vez más tempranas (Ballester-Arnal, García-Barba et al., 2023; Cerniglia y Cimino, 2024).

La adolescencia es un período de vulnerabilidad donde se forja la identidad y se produce una madurez progresiva de la afectividad y sexualidad (Adarsh y Sahoo, 2023; Organización Mundial de la Salud, 2024). En concreto, se observan cambios biológicos que se suman a cambios sociales, interpersonales, afectivos, relacionales o identitarios (Choudhury et al., 2006; Jaffari-Bimmel et al., 2006; Özdemir et al., 2016).

La falta de educación afectivo-sexual en las familias y en las aulas ha producido que la pornografía se convierta en el único educador formativo sobre sexualidad en los jóvenes (Ballester et al., 2024; Brage et al., 2023; Sedano-Colom et al., 2024). Estos factores han favorecido la preocupación de instituciones y profesionales sobre esta temática, llegando a considerarse una cuestión de salud pública y de protección de los derechos de la infancia (Altin et al., 2024; Sharpe y Mead, 2021; Testa et al., 2023).

Desde hace dos décadas se ha realizado una gran cantidad de investigaciones sobre el posible impacto de la pornografía en diferentes dimensiones: biológica, social, personal o sexual, entre otras (Gibbons et al., 2020; Paulus et al., 2024; Ramiro Sánchez et al., 2023). Se revisarán en este artículo los datos respecto al contexto y la prevalencia del consumo de pornografía en la adolescencia. También se explorará el impacto bio-psico-socio-sexual de la pornografía en esta población. Finalmente, se sugerirán algunas claves para la prevención e intervención basadas en la evidencia científica.

2. Prevalencia, acceso y conducta problemática

El consumo de pornografía entre adolescentes en España ha alcanzado cifras preocupantes, con estudios que muestran que, entre el 70-97,3 % de menores (chicos y chicas) de dieciocho años ha accedido a contenido pornográfico en algún momento (Ballester-Arnal, García-Barba et al., 2023; Sedano-Colom et al., 2024). Los datos varían en estudios internacionales según la muestra o país de procedencia, pero afirman al unísono que el uso de pornografía es una actividad habitual entre jóvenes y adolescentes (Copp et al., 2021; Donevan et al., 2022; Farré et al., 2020; Rothman et al., 2021; Svedin et al., 2011).

Se muestra a continuación, en la tabla 1, algunas de las prevalencias de consumo en diferentes comunidades autónomas de nuestro país.

Tabla 1.
Prevalencia del consumo de pornografía en adolescentes españoles

Estudio

Procedencia

Muestra

Nomenclatura empleada

Prevalencia

Sedano Colom et al., 2024

Baleares

N= 3.629

13-18 años

Consumo de pornografía

70-94 ٪

Ballester-Arnal et al., 2023

Investigación española en Comunidad Valenciana

N total=8.040

N adolescentes= 373

12-17 años

Consumo de pornografía

85-97,3 ٪

Farré et al., 2020

Cataluña

N= 1.500

14-18 años

Uso de pornografía

43,5 ٪

Díaz Hernández et al., 2023

Islas Canarias (Tenerife)

N total = 2.432

N adolescentes=1.575

15-17 años

Consumo de pornografía

46,9 ٪

Ballester-Arnal et al., 2023

Costa mediterránea

N=500 adolescentes (51.2 ٪ chicos, 48,8 ٪ chicas)

13-18 años

Exposición no deseada a pornografía online

88,2 ٪

Respecto a la edad de acceso, la mayoría de los adolescentes accede a la pornografía de manera habitual a partir de los trece años, aunque un 20 % ya lo hace antes de los diez años (Sedano-Colom et al., 2024). Este acceso temprano está vinculado a factores como la digitalización temprana, el uso de dispositivos móviles y la falta de supervisión parental adecuada (Efrati, 2023; Steinfeld, 2021).

El uso de dispositivos móviles es, de hecho, el principal medio de acceso a la pornografía en España. Los adolescentes pasan entre cinco y seis horas diarias conectados a Internet, especialmente en redes sociales y plataformas como WhatsApp o Telegram, lo que facilita la exposición a contenido sexual (Mutua Madrileña, 2024; Steinfeld, 2021).

Se han identificado tres tipos principales de acceso: 1) el acceso accidental, provocado por ejemplo por ventanas emergentes de publicidad o errores al navegar por Internet; 2) el acceso intencionado, que implica la búsqueda activa de sitios web pornográficos; y 3) el acceso facilitado por amigos o conocidos, quienes comparten enlaces o contenido explícito (Ballester et al. 2019).

Un estudio reciente con más de mil adolescentes descubrió que el 70 % entre 12-18 años accede a la pornografía por accidente y solo el 30 % de forma deliberada (Villena-Moya et al., 2023). En esta línea, el estudio de Ballester-Arnal et al. (2023) revela que el 88,2 % de los adolescentes ha estado expuesto a pornografía de manera no intencionada, esta exposición involuntaria es más común en hogares donde no existen controles parentales adecuados (Ballester-Arnal, Gil-Julia et al., 2023).

El 85.9 % de los hogares no cuenta con sistemas de filtrado de contenidos en Internet, lo que deja a los adolescentes vulnerables a acceder a este material sin ningún tipo de control (Ballester-Arnal, Gil-Julia et al., 2023). La falta de educación digital y de conciencia sobre los riesgos asociados al consumo de pornografía también agrava el problema, ya que muchos padres subestiman el tiempo que sus hijos pasan en Internet o el tipo de contenido al que están expuestos (Davis et al., 2021).

Para algunos adolescentes, el uso repetido de la pornografía puede convertirse en un Uso Problemático de la Pornografía (UPP) (Bőthe et al., 2019; Efrati, 2020; Jiang et al., 2022). Esta problemática se ha definido de forma internacional como una conducta que altera el funcionamiento del adolescente y se relaciona con conductas adictivas e incontrolables (Efrati, 2020). Aunque el UPP es una terminología en debate, este tipo de conducta ha recibido una atención especial, debido, principalmente, a tres focos sociales: 1) el feminismo: por la cosificación de la mujer y el impacto en la violencia; 2) la salud mental: por el posible desarrollo de un problema clínico y adictivo, y 3) la religión: por la incompatibilidad de esta conducta con la vivencia espiritual sana en diferentes religiones (Efrati, 2020).

Si nos centramos en el ámbito de la salud, la OMS incluyó el «Trastorno por Comportamiento Sexual Compulsivo» en 2019 como un Trastorno por el Control de los Impulsos (OMS, 2019). Bajo este paraguas, encontraríamos el UPP como un problema de salud mental, aunque la OMS no incorpora criterios específicos para los adolescentes (Villena-Moya, Testa et al., 2024).

Respecto a la posibilidad de considerar a esta patología una adicción existen posiciones enfrentadas al respecto (Brand et al., 2020; Sassover y Weinstein, 2022). Sin embargo, son cada vez más los apoyos que consideran el UPP una adicción comportamental por los impactos neurobiológicos similares a otras adicciones observados en estudios con neuroimagen y pruebas neuropsicológicas (Antons y Matthias, 2020; Brand et al., 2016, 2019, 2020; Love et al., 2015).

Respecto a la prevalencia del UPP en adolescentes, en España se ha observado que el 16,5 % de los adolescentes presenta un consumo compulsivo de pornografía, lo que puede derivar en problemas emocionales, como adicción al sexo a través de Internet, ansiedad o depresión (Sedano-Colom et al., 2024). Este consumo problemático está asociado, en muchos casos, a la falta de madurez emocional o cognitiva que les impide procesar adecuadamente lo que ven (Sedano-Colom et al., 2024). En estudios internacionales advierten que el 10 % de los adolescentes está en riesgo de desarrollar un UPP (Bőthe, Vaillancourt-Morel et al., 2021).

3. Diferencias por sexo y orientación

En general, los varones son más propensos a acceder a la pornografía de manera intencionada, ya sea por curiosidad o por la influencia de amigos, mientras que las chicas suelen encontrarse con este contenido de manera más accidental (Ballester et al., 2019; Farré et al., 2020). Este patrón refleja las diferencias en la socialización de género, donde los varones tienden a ser más propensos a la exploración de su sexualidad a través de la pornografía, mientras que las chicas pueden verse expuestas sin haberlo buscado activamente (Ballester et al., 2019; Farré et al., 2020).

También se ha observado una mayor tendencia a desarrollar un UPP en adolescentes varones que en chicas (Villena-Moya et al., 2023). Esto puede explicarse por los mayores niveles de tolerancia progresiva que ocurre con mayor facilidad en los varones, siendo más vulnerables a desarrollar un uso problemático (Peter y Valkenburg, 2016).

El estudio de Farré et al. (2020) también señala diferencias importantes en el consumo de pornografía según la edad, el género y la orientación sexual. Además, aquellos adolescentes que se identifican como homosexuales, bisexuales o no definen su orientación sexual tienden a consumir más pornografía en comparación con sus iguales de orientación heterosexual (Farré et al., 2020); presentando, incluso, unos mayores niveles de UPP y posibles conductas sexuales de riesgo asociadas (Villena-Moya, Chiclana-Actis et al., 2024). Las investigaciones presuponen que este mayor uso de pornografía en adolescentes no heterosexuales se debe a una mayor necesidad de acceder a información sobre su sexualidad, debido a la falta de conocimiento o de información disponible en su entorno y al estigma recibido en esta etapa de la vida (Bőthe et al., 2019).

3.1. Tipos de contenido y otras conductas sexuales de riesgo en línea

La nueva pornografía ha cambiado en su fondo y en su forma desde que la industria empezó alrededor de los años setenta (Villena-Moya, 2023). Estudios recientes indican que la industria cuenta con casi el doble de tráfico que plataformas de entretenimiento como Netflix o Tiktok (Wright, Tokunaga et al., 2023). Las nuevas características incluyen una alta calidad de imagen, su disponibilidad mayoritariamente gratuita, la masiva distribución y el acceso ilimitado las 24 horas del día (Ballester et al., 2019; Ballester et al., 2023; Villena-Moya, 2023). Además, ofrece una variedad casi infinita de prácticas sexuales, algunas de las cuales son ilegales en la vida real (ej. incesto, sexo sin consentimiento, difusión de contenido sexual sin el permiso de la persona, entre otros), con el objetivo de generar excitación sexual en quienes la consumen (Ballester et al., 2023; Villena-Moya, 2023). Además, las plataformas digitales ofrecen un alto grado de anonimato e interactividad, factores que han incrementado su popularidad entre los adolescentes (Mutua Madrileña, 2024). De forma general, el contenido pornográfico actual carece de interés artístico, científico o de formación y está orientado de forma exclusiva al lucro económico (Ballester et al., 2023).

Uno de los cambios más alarmantes en la pornografía actual es el auge de los contenidos denominados «hardcore», donde prevalecen la violencia y la agresión sexual explícita (Ballester-Arnal, García-Barba et al., 2023). Estas representaciones refuerzan modelos de relaciones basadas en la dominación y la cosificación de las mujeres, lo que puede distorsionar gravemente la percepción de la sexualidad en los adolescentes (Mestre-Bach et al., 2023; Morelli et al., 2024). En esta línea, un análisis de contenido reveló que hasta un 45 % de las escenas incluyen algún tipo de agresión física, siendo el 76 % de agresiones del hombre hacia la mujer (Fritz et al., 2020).

Junto con el contenido hardcore, ha crecido el interés por pornografía basada en la violencia y el sometimiento, como el BDSM (Bondage, Discipline, Domination, Sumission, Sadism y Masoquism), que anteriormente se consideraba marginal (Brown et al., 2020), o como el revenge porn o pornovenganza, que implica la difusión de videos sin el consentimiento de la otra persona con fines de venganza (Mania, 2024).

Asimismo, el hentai o manga, que presenta personajes infantiles de estilo cómic altamente sexualizados y sin una definición clara de género, se ha convertido en una opción cada vez más accesible para los adolescentes (Dines y Sánchez, 2023).

El consumo de pornografía también se relaciona con otras conductas sexuales online como el sexting (el envío y recepción de mensajes, fotos o videos de contenido sexual explícito a través de dispositivos electrónicos) (Raine et al., 2020). Uno de cada cuatro adolescentes españoles ha participado en sexting, lo que resalta cómo esta práctica se ha vuelto común entre los jóvenes (Villacampa Estiarte, 2016). Muchos adolescentes no consideran las implicaciones que puede tener el que este contenido sea difundido sin su consentimiento, lo que puede derivar en problemas de acoso, chantaje o la pérdida total de la privacidad (Alonso-Ruido et al., 2018).

Las redes sociales, como Instagram y TikTok, facilitan el acceso temprano a estos contenidos explícitos y pueden servir como una antesala para el consumo de pornografía en la adolescencia (Paulus et al., 2024; Andrie et al, 2021). Estudios recientes indican que cuando un adolescente tiene acceso a cuatro redes sociales, aumenta, a su vez, el riesgo de acceso a la pornografía (Meilani et al., 2023).

También en ocasiones estas redes sociales sirven de vía de captación para los menores con fines de explotación sexual o como engaño y seducción para que generen contenidos sexuales en plataformas privadas, como Only Fans (Owan et al., 2020; Sevic et al., 2020).

Por último, nos encontramos con un aumento del uso de la inteligencia artificial para la alteración de imágenes, desnudando a mujeres y niñas jóvenes sin su consentimiento (Deep nudes o Deep Fakes pornográficos) (Henry et al., 2020). Un informe reciente advierte que el número de deep nudes ha aumentado en un 550 % de 2019 a 2023 y que casi en su totalidad son imágenes de mujeres y no de varones. Este informe también indica que el 50 % de los varones jóvenes ya ha utilizado alguna vez esta herramienta (Hero, 2023).

3.2. Impacto bio-psico-socio-sexual de la pornografía

Todo lo mencionado anteriormente ha ido modificando el contexto social y cultural que rodea a los adolescentes, de forma que se puede afirmar que la pornografía, en la actualidad, sirve como un modulador del comportamiento afectivo-sexual de los adolescentes que la consumen (Alexandraki et al., 2018; Pathmendra et al., 2023).

Diversos estudios asocian estas conductas con efectos negativos, como comportamientos sexuales de riesgo, actitudes agresivas, problemas de autoestima y problemas de salud mental, entre otros (Alexy et al., 2009; Altin et al., 2024; Mestre-Bach et al., 2023; Mestre-Bach y Potenza, 2023; Pathmendra et al., 2023).

Por ello, es importante analizar de manera exhaustiva la prevalencia y las formas de acceso al contenido pornográfico entre los adolescentes en España, así como comprender los impactos biológicos, psicológicos, sociales y sexuales asociados.

Este análisis pretende agrupar los posibles efectos perjudiciales del consumo de pornografía y sus diferentes impactos en la adolescencia, ofreciendo una visión integral que contribuya al entendimiento y a la intervención de un fenómeno de creciente relevancia en la sociedad actual.

Se puede observar de forma visual y resumida en la figura 1 el impacto bio-psico-socio-sexual de la pornografía.

Figura 1.
Impacto bio-psico-socio-sexual de la pornografía

3.2.1. Impacto biológico

El impacto del consumo de la pornografía en el desarrollo neuronal de los adolescentes es un área emergente de estudio de los últimos años. La adolescencia es un período crítico de maduración neurobiológica, caracterizado por una asincronía en el desarrollo entre dos sistemas cerebrales el sistema mesolímbico de recompensa y el córtex prefrontal. Esa asincronía sucede debido a que el sistema de recompensa, impulsado por neurotransmisores como la dopamina, se hiperactiva durante la pubertad (Braams et al., 2015; Mills et al., 2014).

Particularmente, en relación con la vía de recompensa cerebral, esta desincronización ha sido objeto de varios estudios, puesto que se ha demostrado que aumenta la susceptibilidad de los adolescentes a comportamientos impulsivos (como el consumo excesivo de pornografía) sin una capacidad cognitiva suficiente para evaluar adecuadamente sus consecuencias a largo plazo (Assis, 2024; Wetherill y Tapert, 2019). De esta forma, a nivel neurobiológico, el consumo de pornografía actúa como un potente estímulo, que intensifica la liberación de dopamina (relacionado con experiencias placenteras). Esto aumenta el riesgo de desarrollar un comportamiento compulsivo para generar conductas adictivas y de esta forma, agravar su impacto en el desarrollo cerebral (Kühn y Gallinat, 2014; Mills et al., 2014; Moreno et al., 2024).

Investigaciones neurofisiológicas han asociado el UPP con alteraciones cognitivas, como la disminución en el control de impulsos y dificultades en la organización y planificación (Amilah et al., 2021; Castro-Calvo et al., 2021). Esto se debe, en parte, a la dominancia de ondas delta en el córtex prefrontal observada en adolescentes con adicción a la pornografía, lo que puede llevar a un deterioro cognitivo y a un síndrome hipofrontal (Amilah et al., 2021).

Como en todos los trastornos y conductas relacionadas con un estímulo adictivo, como ocurre por ejemplo en las adicciones a sustancias, se produce el fenómeno de la habituación, donde el cerebro requiere estímulos cada vez más intensos para lograr la misma respuesta de placer (Fuhrmann et al., 2015). En esta línea, Banca et al. (2016) mostraron que los usuarios frecuentes de pornografía tienden a buscar estímulos más novedosos e intensos, como resultado de una desensibilización del sistema de recompensa, lo que lleva a una escalada en la búsqueda de contenidos sexuales más extremos y potencialmente dañinos (Ince et al., 2024; Lewczuk et al., 2022). Esta desensibilización, además, reduce la capacidad del individuo para disfrutar de actividades cotidianas, aumentando el riesgo de trastornos como la ansiedad y la depresión (Kang et al., 2020).

Otro aspecto crucial en el estudio del impacto de la pornografía en adolescentes es el papel de las neuronas espejo, responsables del aprendizaje vicario y la empatía (Assis, 2024). Un estudio reciente sugiere que las mujeres que consumen pornografía muestran una mayor activación de estas neuronas, lo que podría explicar la imitación de comportamientos observados en el contenido pornográfico (Cuesta et al., 2020). La alteración de las neuronas espejo puede contribuir a la adopción de expectativas sexuales poco realistas, conductas agresivas y estereotipos de género, afectando las relaciones interpersonales y sexuales (Cuesta et al., 2020; Kor et al., 2022). Además, la disminución de los niveles de oxitocina, hormona vinculada con el apego y el cariño, observada en individuos con un UPP, se ha asociado con una disminución de la empatía en estos sujetos (Cuesta et al., 2020; Kor et al., 2022).

Estos problemas y otros relacionados con otras funciones cognitivas y ejecutivas, como el control de impulsos y la toma de decisiones (Castro-Calvo et al., 2021; Müller y Antons, 2023), están altamente relacionados con el consumo de pornografía a edades tempranas.

3.2.2. Impacto psicológico

La adolescencia es una etapa compleja y fundamental en la vida de las personas, puesto que durante esta etapa forman su identidad, desarrollan su autoconcepto y evolucionan su autoestima (Gaete, 2015; Meeus, 2016; Berenbaum et al., 2015) El consumo de pornografía a edades tempranas puede interferir en el desarrollo psicológico normal de estos adolescentes (Vieira y Griffiths, 2024; Villena-Moya, Testa et al., 2024).

Aunque el impacto en su salud mental puede ser variado y sigue siendo objeto de estudio, en adultos jóvenes con un consumo continuado desde la adolescencia se ha observado un aumento en los índices de depresión, las ideas de suicidio y el bienestar general (Altin et al., 2024).

En este sentido, también se ha observado cómo el consumo compulsivo de pornografía puede favorecer problemáticas relacionadas con la salud mental, como el aumento de ansiedad y estrés, así como los niveles de depresión de los consumidores (Camilleri et al., 2021).

Respecto al impacto en la autoestima, diversos estudios han correlacionado un bajo nivel de autoestima en los adolescentes como un factor predisponente del uso de pornografía como mecanismo de escape ante emociones negativas, tales como culpa, vergüenza y frustración (Bibi et al. 2022; Sommet y Berent, 2023). No obstante, lejos de ofrecer una solución efectiva, el consumo de pornografía parece perpetuar un ciclo negativo en el cual la autoestima, particularmente la autoestima sexual, se ve aún más deteriorada (Borgogna et al., 2020).

El consumo de pornografía también se ha asociado con una peor capacidad de regulación emocional, peores estrategias para la resolución de conflictos y un peor control de los impulsos (Castro-Calvo et al., 2021; Testa et al., 2024).

Además, la influencia de la pornografía en la forma de vivir la intimidad ha sido un tema central en la investigación reciente, debido a sus implicaciones en las relaciones de pareja y la percepción de la sexualidad (Abdi et al., 2024; Štulhofer et al., 2012; Wright et al., 2021). La pornografía, al exhibir una sexualidad desprovista de intimidad auténtica, puede afectar negativamente la calidad de las relaciones afectivas, interfiriendo en la vulnerabilidad compartida y la conexión emocional entre los miembros de la pareja (Villena-Moya, 2023). Estudios empíricos han demostrado que el uso frecuente de pornografía por parte de uno de los miembros de la relación puede reducir significativamente la intimidad y la empatía en diversas dimensiones, como la emocional, sexual e intelectual (Ballester-Brage et al., 2022; Kor et al., 2022).

3.2.3. Impacto social

El sentimiento de soledad, definido como una percepción de aislamiento social y emocional, ha aumentado significativamente en los últimos años entre los jóvenes. Investigaciones recientes indican que los adolescentes que consumen pornografía con regularidad son más propensos a experimentar soledad (Ballester et al., 2021; Butler et al., 2018; Mestre-Bach y Potenza, 2023). Este vínculo puede deberse a que la pornografía actúa como una estrategia de afrontamiento desadaptativa frente a las emociones negativas, especialmente en aquellos que ya se sienten socialmente aislados (Mestre-Bach y Potenza, 2023).

En los adolescentes, la baja autoestima, en particular la presencia de autopercepción negativa en la persona se relaciona directamente con síntomas de soledad y ansiedad social (Butler et al., 2018; Mestre-Bach y Potenza, 2023).

De esta forma, el consumo compulsivo de pornografía cumple una función evasiva a la situación social que están viviendo los adolescentes (Mestre-Bach y Potenza, 2023; Wéry et al., 2020). Esta función evasiva tiene un impacto directo en la capacidad para formar y mantener relaciones afectivas y sexuales saludables. En estos casos, los adolescentes presentan fuertes dificultades emocionales a la hora de interaccionar con iguales y presentan una clara necesidad de seguridad y validación emocional, que tratarían de cubrir mediante el consumo de pornografía (Bennett-Brown y Wright, 2022; Mestre-Bach y Potenza, 2023).

En esta línea, se encontró un estudio que reveló que la soledad predice significativamente las conductas hipersexuales, una condición que se asocia a menudo con el UPP (Dhuffar et al., 2015). Además, la investigación señala que la relación entre la soledad y las actividades sexuales en línea puede depender de otros factores, como el apego inseguro, lo que sugiere que los adolescentes que se sienten emocionalmente inseguros o desconectados podrían tener mayor vulnerabilidad ante estos comportamientos (Efrati y Amichai-Hamburger, 2018).

Como se puede observar, la soledad en los adolescentes se ve agravada por el consumo de pornografía, que no solo distorsiona las expectativas y comportamientos sexuales, sino que también contribuye a un mayor aislamiento social y emocional (Mestre-Bach y Potenza, 2023).

3.2.4. Impacto sexual

Como se ha visto anteriormente, el componente adictivo de la pornografía impacta en muchas de las dimensiones de la persona. Además, el tipo, la intensidad y los sesgos de contenido que tiene en la actualidad la pornografía causa grandes problemas también en el desarrollo de la dimensión sexual de niños, niñas y adolescentes (Ballester et al., 2023; Pathmendra et al., 2023). Estos estudios identifican mayores tasas de actividad sexual en etapa adolescente, falta de comprensión de su propia sexualidad y mayor probabilidad de conductas sexuales de riesgo en aquellos adolescentes que consumen pornografía (Lim et al., 2017; Ramiro Sánchez et al., 2023; Villena-Moya, Chiclana-Actis et al., 2024).

El consumo de pornografía se ha asociado también con el aprendizaje de la sexualidad basado en: 1) unas relaciones sexuales más impersonales; 2) mayor tendencia a buscar prácticas sexuales de riesgo; 3) una percepción del sexo basada solo en el placer físico, y 4) mayores índices de infidelidad (Wright et al., 2024).

Desde el punto de vista sexológico, a pesar de que existe una necesidad de continuar investigando sobre este tema, el consumo de pornografía se ha asociado en varones con la presencia de disfunción eréctil y eyaculación retardada (Jacobs et al., 2021; Kazan Kizilkurt et al., 2023; Park et al., 2016). Respecto a otros factores, diversos estudios asocian el consumo adictivo de pornografía con una menor satisfacción sexual en general (Dwulit y Rzymski, 2019), mayor presencia de disfunciones relacionadas con el deseo y desconexión de la empatía (Abdi et al., 2024; Ballester; Rosón; Facal y Gómez-Juncal, 2021).

También, la visualización de este contenido por parte de los adolescentes puede llevar a la internalización de esas situaciones, a ideas y estereotipos, convirtiéndose en creencias propias sobre las relaciones reales. En un estudio realizado en Estados Unidos, se halló que aquellos jóvenes que visualizaban contenido de prácticas sexuales violentas aceptaban esos comportamientos como generales y aplicables a cualquier relación (Wright, Herbenick et al., 2023).

Otras situaciones como la cosificación, objetificación y la permisividad durante las relaciones sexuales son creencias que la pornografía ofrece a los adolescentes como normales (Efrati, 2020).

3.3. Claves para la prevención

La exposición de los adolescentes a la pornografía es un desafío creciente que requiere estrategias preventivas integrales y efectivas. Estas deben centrarse en la educación sexual, la supervisión parental equilibrada, el uso de herramientas tecnológicas, y en la promoción de un entorno familiar y educativo seguro (Todovoric et al., 2023 Testa et al., 2023; Villena-Moya, Testa et al., 2024). Un enfoque preventivo adecuado no solo debe limitar el acceso, sino también enseñar a los jóvenes a desarrollar un pensamiento crítico que les permita tomar decisiones informadas y responsables sobre su conducta sexual (Testa et al., 2023; Villena-Moya, Testa et al., 2024).

3.3.1. Educación sexual integral

Uno de los pilares fundamentales para la prevención es la implementación de programas de educación sexual integral, los cuales deben enseñar a los adolescentes a entender e interpretar la pornografía de manera crítica, promoviendo una comprensión más realista de la sexualidad y las relaciones interpersonales.

Estos programas deben abordar temas como los estereotipos sexuales, la representación distorsionada de las relaciones de poder y violencia en la pornografía, y las posibles consecuencias del consumo (Ballester-Arnal, García-Barba et al., 2023; Sedano-Colom et al., 2024).

La alfabetización digital también es clave para que los adolescentes comprendan cómo la pornografía puede influir en su percepción de la sexualidad. Muchos adolescentes buscan respuestas sobre su desarrollo sexual en Internet, lo que aumenta el riesgo de desarrollar ideas erróneas sobre las relaciones íntimas (Alonso-Ruido et al., 2022). Una educación sexual integral no solo debe proporcionar a los adolescentes las herramientas necesarias para cuestionar el contenido al que están expuestos, sino también para reducir comportamientos de riesgo asociados, como el sexting, que está vinculado al consumo de pornografía y a la difusión no consentida de contenido sexual (Villacampa Estiarte, 2016).

3.3.2. Supervisión parental y tecnología

La supervisión parental es fundamental en la prevención del consumo problemático de pornografía. Aunque las herramientas tecnológicas de control parental pueden limitar el acceso a contenido inapropiado, no son suficientes por sí solas (Stoilova et al., 2023; Testa et al., 2023; Villena-Moya, 2023). Muchos adolescentes encuentran formas de eludir estos controles, lo que pone de relieve la importancia de establecer una relación de confianza basada en el diálogo abierto y la comprensión mutua (Mutua Madrileña, 2024).

Los padres deben combinar el retraso del primer acceso al smartphone, con la supervisión tecnológica y con una implicación más activa en la vida digital de sus hijos, estableciendo límites claros sobre el uso de dispositivos y promoviendo el diálogo sobre las experiencias digitales que puedan afectar emocionalmente a los adolescentes (Ballester et al., 2019). Además, se ha observado que muchos padres subestiman el riesgo real al que se enfrentan sus hijos e hijas, lo que refuerza la necesidad de que las familias estén mejor informadas al respecto (Mutua Madrileña, 2024).

3.3.3. Pensamiento crítico y diálogo abierto

Promover el pensamiento crítico en los adolescentes es esencial para que aprendan a cuestionar las representaciones de la pornografía y las expectativas sexuales poco realistas que esta fomenta.

Asimismo, evitar los enfoques moralizantes es clave para que los jóvenes se sientan cómodos hablando de su sexualidad (Ketting et al., 2016; Testa et al., 2023). El diálogo abierto y maduro sobre la curiosidad y el desarrollo sexual debe reemplazar la vigilancia excesiva y los castigos, que pueden hacer que los adolescentes busquen formas de ocultar su comportamiento o eludir los controles parentales (Ballester et al., 2019). Este enfoque basado en la comunicación también contribuye a disminuir la ansiedad o vergüenza que sienten muchos jóvenes al hablar de su actividad sexual en línea, creando un entorno de apoyo que les permite compartir sus experiencias (Madrileña, 2024).

3.3.4. Regulación del uso de dispositivos y exposición

Establecer límites en el uso de dispositivos, especialmente durante la noche, es una estrategia eficaz para reducir la exposición de los adolescentes a contenido sexual explícito. Los estudios han mostrado que medidas restrictivas sobre el tiempo de uso de dispositivos y la conexión a Internet en horarios nocturnos pueden ayudar a prevenir conductas de riesgo (Villanueva-Blasco y Bernal, 2019). Además, la regulación del acceso a redes sociales y otros medios digitales debe ir acompañada del fomento de un uso responsable de la tecnología, enseñando a los adolescentes a tomar decisiones informadas y a identificar situaciones de riesgo en línea (Villena-Moya, 2023).

3.3.5. Fortalecimiento de habilidades emocionales

El desarrollo de competencias emocionales de los adolescentes es fundamental para ayudarles a manejar la presión social y las influencias negativas relacionadas con la pornografía y otras conductas sexuales en línea.

El fortalecimiento de la autoestima y la gestión emocional puede reducir la dependencia de la pornografía como mecanismo de escape frente al estrés o la ansiedad (Pirrone et al., 2022). Además, los adolescentes que cuentan con una mayor capacidad para regular sus emociones y resistir las presiones de grupo son menos propensos a participar en conductas de riesgo, lo que subraya la importancia de desarrollar programas que fomenten la resiliencia emocional (Farré et al., 2020).

Será de interés cultivar una Sexualidad Altamente Sensible (SAS) (Villena-Moya, 2023), donde los adolescentes aprendan a hacerse cargo del mundo emocional del otro ser humano que tienen delante cuando se relacionan en el espacio íntimo y sexual.

Se resume en la tabla 2, una serie de estrategias a implementar y a evitar en la implementación de la educación afectivo-sexual.

Tabla 2.
Estrategias a implementar y estrategias a evitar en la educación afectivo-sexual

IMPLEMENTAR

EVITAR

Incluir educación sexual afectiva integral.

Implementar programas educativos dirigidos por expertos en los colegios, ayuntamientos, asociaciones civiles, etc.

Negar la realidad o actuar de manera prohibicionista.

No basar la educación afectivo-sexual en el silencio. No imponer restricciones sin explicación.

Fomentar el diálogo en casa.

Escuchar a los adolescentes y establecer conversaciones abiertas y regulares sobre el uso de Internet y los riesgos, sin juicios, para crear un ambiente de confianza y seguridad.

Adoptar enfoques moralizantes.

Evitar «La conversación» (solo una) y los discursos moralizantes o culpabilizadores sobre la pornografía.

Desarrollar pensamiento crítico.

Facilitar debates que ayuden a los adolescentes a cuestionar los contenidos pornográficos y a identificar las representaciones distorsionadas.

Vigilar a escondidas.

No monitorizar el uso de Internet sin explicarlo. Es mejor hablar con los adolescentes y explicar el motivo para promover la confianza.

Establecer límites de uso de dispositivos.

Regular el acceso a Internet, aplicando normas claras sobre el uso de dispositivos, especialmente durante la noche, y usando aplicaciones de control parental cuando sea necesario.

Acceso sin restricciones.

No permitir acceso ilimitado a dispositivos electrónicos. Aplicar filtros de contenido y establecer límites de tiempo para el uso de Internet adaptado a la edad.

Fortalecer habilidades emocionales.

Promover actividades de bienestar, como deportes, tiempo con amigos o técnicas de relajación, que ayuden a los adolescentes a gestionar sus emociones y a reducir la dependencia de la pornografía como vía de escape.

Ignorar el impacto emocional:

No subestimar cómo la pornografía es una realidad y afecta emocionalmente a los adolescentes. No desestimar la importancia del desarrollo de los afectos para la educación en sexualidad.

3.4. Abordaje clínico

El abordaje clínico del UPP en adolescentes requiere un enfoque integral que combine terapias psicológicas, apoyo familiar y estrategias personalizadas para atender las necesidades de la persona (Testa et al., 2023). Para abordar estos problemas, la intervención clínica debe incluir terapias específicas como la terapia cognitivo-conductual (TCC) y la participación de la familia, lo que resulta clave para apoyar al adolescente en su proceso de recuperación (Testa et al., 2023).

3.4.1. Terapia cognitivo-conductual (TCC)

La terapia cognitivo-conductual es el enfoque más recomendado para tratar el consumo problemático de pornografía en adolescentes (Antons et al., 2022; Testa et al., 2023). Este tipo de terapia permite identificar y modificar los patrones de pensamiento y comportamiento que perpetúan el consumo adictivo. En particular, resulta eficaz para abordar el uso de pornografía extrema, como contenidos de dominación o sexo en grupo, que están asociados a un mayor riesgo de desarrollar adicción (Ballester-Arnal et al., 2023). La TCC ayuda a los adolescentes a regular sus emociones y a desarrollar estrategias de afrontamiento más saludables, enseñándoles a gestionar el estrés sin recurrir a la pornografía (Sedano-Colom et al., 2024). También es fundamental en el manejo de otros problemas emocionales derivados, como la ansiedad o la baja autoestima, que a menudo agravan el consumo problemático. Una propuesta de TCC de autoayuda para adolescentes puede encontrarse en el programa online www.comodejarlo.org

3.4.2. Implicación familiar en el tratamiento

El apoyo familiar es un componente esencial en el tratamiento del consumo de pornografía, ya que los adolescentes que reciben respaldo emocional de sus padres tienen más probabilidades de superar su dependencia (Alonso-Ruido et al., 2022; Hernández et al., 2023). La psicoeducación familiar permite que los padres comprendan mejor el problema, lo que les ofrece herramientas para comprender y apoyar a sus hijos y prevenir recaídas. Dado que los adolescentes suelen consumir pornografía en casa, la supervisión familiar puede ayudar a limitar el acceso a dispositivos con conexión a Internet (Ballester et al., 2019). La intervención familiar no solo fortalece la red de apoyo emocional, sino que también fomenta una mayor comunicación entre padres e hijos sobre temas delicados, como la sexualidad y el uso de tecnología.

3.4.3. Abordaje emocional y diferencias por sexos

El impacto del consumo de pornografía varía en chicos y en chicas, por lo que el tratamiento debe adaptarse para abordar estas diferencias. Las chicas, por ejemplo, tienden a experimentar mayor incomodidad o angustia emocional al ser expuestas a contenido sexual explícito, mientras que los chicos pueden desarrollar una mayor dependencia de la pornografía como mecanismo de afrontamiento (Barbovschi et al., 2021). Además, los adolescentes varones tienden a tener una percepción menos crítica sobre los riesgos de consumir este tipo de material. Estas diferencias subrayan la importancia de ofrecer intervenciones personalizadas que aborden no solo el uso problemático de la pornografía, sino también las expectativas sexuales distorsionadas y los efectos emocionales derivados del consumo (Chiclana-Actis y Villena-Moya, 2022).

Diferenciar las intervenciones según el sexo y género es imprescindible para el profesional y esencial para lograr resultados más efectivos (Ballester-Arnal, García-Barba et al., 2023).

3.4.4. Resiliencia emocional y manejo del estrés

Fortalecer la resiliencia emocional es clave para ayudar a los adolescentes a manejar el estrés y la presión social sin recurrir al consumo de pornografía como una vía de escape. Al enseñarles a regular sus emociones y a desarrollar habilidades de afrontamiento saludables, se reduce la dependencia del contenido pornográfico para lidiar con situaciones difíciles (Pirrone et al., 2022). Además, es importante identificar el uso problemático de la pornografía en fases tempranas, antes de que se convierta en una adicción que pueda afectar su bienestar emocional, social a largo plazo y prácticas sexuales (Farré et al., 2020).

El manejo del estrés y la presión social es particularmente importante en la adolescencia, una etapa en la que es común que los jóvenes busquen estrategias de afrontamiento, a veces inadecuadas. Fortalecer la capacidad de resiliencia implica trabajar en el desarrollo de habilidades de autorregulación emocional y autoestima, lo cual también reduce la posibilidad de que los adolescentes desarrollen adicciones digitales en general (Testa et al., 2023, 2024).

3.4.5. Intervenciones personalizadas y salud mental

La personalización del tratamiento es crucial para adaptarse a las diferentes realidades de los adolescentes. Esto incluye considerar factores como la situación familiar o la salud mental preexistente (Villanueva Blasco y Serrano Bernal, 2019). Es importante evaluar, apoyándonos en instrumentos validados (Villena-Moya et al., 2023) si los adolescentes están utilizando la pornografía como una forma de manejar otros problemas subyacentes (se recomienda para adolescentes la Escala Problematic Pornography Use Scale–6, validada en adolescentes españoles y mexicanos) (Villena-Moya et al., 2023).

En las intervenciones clínicas, es fundamental identificar los patrones de alto consumo de pornografía, que suelen estar vinculados a un inicio temprano de conductas sexuales avanzadas, como el sexo oral o la penetración (Pirrone et al., 2022). En este sentido, los clínicos deben estar atentos a los factores predisponentes que puedan agravar la situación, como psicopatología, rasgos de personalidad disfuncionales o el uso de sustancias (Farré et al., 2020). Además, es esencial abordar la progresión acelerada de la sexualidad que puede resultar de la exposición a pornografía extrema, con el fin de evitar efectos negativos a largo plazo.

Decálogo de recomendaciones para profesionales en atención a adolescentes

1

Detectar patrones de consumo temprano y diferenciar entre uso esporádico, regular y problemático: adaptando a prevención o intervención (Sedano-Colom et al., 2024; Villena-Moya, Testa et al., 2024).

2

Evaluar el entorno familiar para identificar factores protectores e involucrar a la familia en el tratamiento: realizar psicoeducación con las familias respecto al proceso terapéutico (Peter y Valkenburg, 2016; Testa et al., 2023).

3

Evaluar el tipo de contenido consumido y su riesgo: identificar patrones y contenidos que los adolescentes consumen en la pornografía (Ballester-Arnal, García-Barba et al., 2023; Pirrone et al., 2022; Testa et al., 2023).

4

Incorporar la educación afectivo-sexual en el tratamiento: corregir distorsiones y fomentar una visión saludable de la sexualidad (Díaz Hernández et al., 2023; Ballester-Arnal et al., 2023ª; Villanueva-Blasco y Bernal, 2019).

5

Fomentar el uso de filtros parentales: capacitar a los padres en el uso correcto de herramientas de control parental (Ballester-Arnal, García-Barba et al., 2023; Hernández et al., 2023).

6

Aplicar Terapia Cognitivo-Conductual (TCC): utilizar tratamientos basados en ciencia y acordes al código ético y deontológico (Alonso-Ruido et al., 2022; Testa et al., 2024; Villena-Moya, Testa et al., 2024).

7

Adaptar las intervenciones: ajustar el tratamiento para abordar las diferencias de género, culturales e individuales (Ballester-Arnal, García-Barba et al., 2023; Gil-Llario et al., 2021; Villena-Moya, Chiclana-Actis et al., 2024)

8

Promover un diálogo abierto y realista sobre la pornografía: facilitar discusiones sin juicios (Testa et al., 2023).

9

Fomentar la resiliencia emocional y las habilidades de afrontamiento: enseñar a los adolescentes herramientas para mejorar disfunciones relacionadas con el motivo de consulta (Pirrone et al., 2022; Testa et al., 2024).

10

Promover la autoestima y habilidades personales: fortaleciendo al paciente en sus capacidades (Hernández et al., 2023; Villanueva Blasco y Serrano Bernal, 2019).

Contribución de autoría

— Conceptualización, metodología, redacción del manuscrito y administración del Proyecto: Alejandro Villena-Moya.

— Redacción del manuscrito, edición y revisión de datos: Bárbara Alcázar Ruiz-Escribano.

— Escritura del manuscrito, revisión de la redacción y validación: Carmen Martín-Arribas y María Martín-Vivar.

Financiación, agradecimientos

La presente investigación no ha recibido ayudas específicas provenientes de agencias del sector público, sector comercial o entidades sin ánimo de lucro.

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